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Antes del Islam, los árabes habían destacado por su elocuencia, su heroísmo y valentía… de entre otras cualidades... Pero, en el último periodo antes de la llegada del Islam estos valores cayeron en decadencia y hubo un estrepitoso derrumbe religioso debido a varios
Ciertamente, desde el punto de vista de la civilización, los árabes habían quedado muy retrasados de todas las naciones que les rodeaban, ya que la mayoría vivían en un sistema de tribus que se iban moviendo entre ignorancia y descuido, sin tener ningún contacto con el mundo exterior y sin que el mundo exterior se interesara por ellos. Eran analfabetos y adoraban ídolos. No tenían una historia grandiosa. Por eso, se denominó esta etapa como “el periodo de la ignorancia”. Del mismo modo, se llamó a la historia árabe antes del Islam “la historia de la ignorancia” o “la historia ignorante”, con todas las connotaciones de retraso y primitivismo que contiene este término
A pesar de que los árabes habían destacado entre los pueblos y las naciones del mundo en aquella época ignorante por unos valores morales y unos talentos que los diferenciaban de los demás, como por ejemplo la elocuencia y la fuerza del discurso, su amor por la libertad y su dignidad, su heroísmo y valentía, su entusiasmo por la creencia, su sinceridad al hablar, su gran capacidad de memorización, su amor por la igualdad, su fuerza de voluntad, su lealtad y cumplimiento de los pactos… sin embargo, en el último periodo antes de la llegada del Islam estos valores cayeron en decadencia y hubo un estrepitoso derrumbe religioso debido a varios factores: la lejanía de su época de la era de los profetas, el hecho de vivir encerrados en una península, y el estar muy vinculados a la religión de sus padres y a las costumbres de su comunidad. Además se aposentaron en un paganismo estúpido, sin parangón en otras naciones contemporáneas, y adoptaron unos rasgos morales y sociales que hicieron de ellos un pueblo de baja moral, con una sociedad corrupta, de naturaleza vil, despreciable y débil, que contenía los peores rasgos de una vida ignorante y totalmente alejada de las bondades de las religiones.
En el ámbito religioso, en la península arábiga se había dirigido la adoración a los ídolos, en un principio había un ídolo para cada tribu, pero después hubo uno para cada hogar. El compañero del Profeta, Abu Rayâ‘ Al ‘Ataridi () narró: “Solíamos adorar a las piedras (en la ignorancia), de modo que cuando encontrábamos una mejor, la tirábamos y cogíamos la nueva. Si no teníamos piedras, recopilábamos un puñado de arena, después ordeñábamos una oveja sobre el montón de arena y luego circunvalábamos a su alrededor”.
Además de las estatuas, los árabes tenían otros dioses, como los ángeles, los genios y los astros. Creían que los ángeles eran las hijas de Al-lâh (), por lo que los consideraban intercesores a su favor ante Al-lâh (), y los adoraban, los ponían de intermediarios entre ellos y Al-lâh (). Asimismo, tomaron a los genios asociándolos a Al-lâh (), creyeron en sus capacidades y su influencia, y los adoraron.
Además de todo esto, el estaba muy extendido por los países árabes, habiéndose convertido sus líderes en señores aparte de Al-lâh (), de modo que juzgaban a la gente y les hacían rendir cuentas incluso por lo que pensaban. Su gran interés era la consideración de las riquezas y el liderazgo, aunque tuvieran que conseguirlo a costa de la religión, y de que se difundiera el ateísmo y la incredulidad. En cuanto al cristianismo se había convertido en una doctrina pagana y difícil de comprender, que inventó una unión sorprendente entre Al-lâh () y la persona, pues no tenía una verdadera influencia entre los árabes religiosos.
En el ámbito de la moral, beber vino era algo muy común, una práctica muy arraigada entre los árabes, hasta el punto de que ocupó un lugar muy importante en su poesía, en su historia y en su literatura, en general. También los juegos de azar estaban muy extendidos. Qatadah () dijo: “Los hombres en la época de la ignorancia practicaban los juegos de azar en los que se apostaba a su familia y sus bienes, y después se quedaba triste y saqueado, mirando cómo otro se quedaba con su dinero, lo cual provocaba que hubiera entre ellos enemistad y rencor”
Por otro lado, era una práctica muy común y arraigada entre los árabes y los judíos realizar transacciones mediante la usura. Consideraban que la usura era equiparable a la venta.
También en esta época, la relación entre el hombre y la mujer degeneró, pues el adulterio y la fornicación se convirtieron en costumbres habituales. El hombre tomaba queridas y la mujer tomaba amantes sin casarse. ‘Â’ishah () dijo sobre las formas que podían tomar los matrimonios en aquella época: “El matrimonio en la época de la ignorancia podía tomar cuatro formas: el primero era el mismo que lleva a cabo la gente en la actualidad: el hombre pedía la mano de la mujer a su padre o tutor, luego le daba la dote y se casaba con ella; otro tipo consistía en que el hombre le decía a su mujer: cuando te purifiques de la menstruación, ves a fulano y pídele cohabitarte, entonces su esposo se mantenía alejado de ella sin tocarla en absoluto hasta que se hacía visible su embarazo del otro hombre con el que ha se había amancebado. Una vez que el embarazo era evidente, su esposo si quería la retomaba. Esto lo hacía porque deseaba tener hijos de alta cuna. Este tipo de matrimonio se llamaba “Istibdâ‘(matrimonio de buscar el coito)”; otro tipo de matrimonio era aquél en que se reunían un grupo pequeño de hombres, sin llegar a diez, con el objetivo de cohabitar todos con una mujer. Después de que la mujer llevara a cabo su embarazo, diera a luz y pasaran varias noches, los mandaba a llamar, sin que ninguno de ellos pudiera negarse a ir a verla. Entonces, ella les decía: “Sabéis de sobra lo que hicisteis, y yo he dado a luz. El niño es tu hijo, fulano”. Ella escogía al que quería de ellos y le asociaba el niño a su estirpe, sin que el hombre pudiera negar su paternidad; el cuarto tipo de matrimonio era aquél en que muchos hombres iban hacia una mujer sin que ésta se negara. Eran prostitutas que ponían señales en sus puertas para que se supiera quiénes eran y para que todo el que quisiera entrar a estar con ellas. Después, cuando una de ellas se quedaba embarazada y daba a luz, se reunían en torno a ella y llamaban a los rastreadores de huellas , para que atribuyeran el bebé a quien ellos creían que era el padre, de modo que lo llamaban para endosárselo, sin que el supuesto padre pudiera negarse a aceptarlo como hijo.”
En cuanto a la situación de la mujer, Omar Ibn Al Jattab () lo resumió diciendo: “Juro por Al-lâh () que en la época de la ignorancia no dábamos ninguna importancia a la mujer, hasta que Al-lâh () Hizo descender Sus aleyas a propósito de ellas (o sea que destacan su importancia).”
Anteriormente a esas aleyas, la mujer no tenía derecho a heredar, puesto que decían: “Sólo hereda quien sostiene la espada y protege a la tribu (es decir los hombres)”. Así, cuando un hombre moría, su hijo le heredaba, y en caso de que no tuviera hijos, entonces le heredaba el más cercano de sus parientes, ya fuera el padre, el hermano o el tío paterno. Además, las hijas y esposas del difunto pasaban a ser propiedad del heredero, de modo que se unían a sus hijas y esposas, teniendo los mismos derechos y deberes que éstas. Las esposas no tenían ningún derecho sobre su esposo. El divorcio no estaba delimitado por un número concreto, así como tampoco había un límite de esposas por esposo. Si el marido moría dejando otra esposa e hijos diferentes de la primera, su hijo mayor era el que tenía más derecho a quedarse con la esposa de su padre, considerándola como un bien más de todos los bienes heredados.
El desprecio por las niñas llegó hasta el punto de enterrarlas vivas. Efectivamente, la costumbre más horrible de la época de la ignorancia fue enterrar vivas a las niñas recién nacidas. En caso de que la neonata se librase de ser enterrada viva, le esperaba una vida oscura y penosa. Al-lâh (), citó este asunto diciendo [Traducción del significado]: {Cuando se le anuncia a uno de ellos [el nacimiento de] una niña, se refleja en su rostro la aflicción y la angustia, por lo que se le ha anunciado se esconde de la gente avergonzado y duda si la dejará vivir a pesar de su deshonra o la enterrará viva. ¡Qué pésimo lo que hacen!}
Ésta era la situación en la península arábiga antes de la misión profética de Muhammad ().
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